La lectura y la escritura son dos procesos (físico y mental) que no tienen un momento final, mejor dicho, un momento en el que han terminado y se puede decir que no es posible seguir su perfeccionamiento. Lógicamente sí terminamos de leer cuando acabamos de repasar el texto que estamos leyendo o si son cinco páginas y hemos llegado a la última, ahí hemos finalizado. Así mismo terminamos un escrito cuando consideramos que hemos acabado el texto, cuando hemos escrito lo suficiente para darnos a entender y no ampliamos más el documento; pero en esencia los verdaderos procesos de lectura y escritura no tienen precisamente ese fin. Es fundamental diferenciar entonces cuál es el final de la escritura y la lectura y cuál es su fin.
En el caso de la escritura el fin último es dar a entender al lector, de manera clara y precisa, el pensamiento o sentimiento, es comunicar mediante la palabra escrita para que otros se enteren de lo que hay en nuestra mente y nuestro corazón, y eso implica un trabajo amplio, exigente, dispendioso, de búsqueda de las ideas, de organización de esas ideas, de construcción de las frases con las palabras adecuadas, de revisión de la ortografía, de determinar la puntuación para darle sentido a lo que se escribe, de editar el texto revisando si tiene título, autor, fecha, si tiene bonita presentación, si cumple con las normas ICONTEC o APA.
La escritura no es un producto sino un proceso que es necesario continuar mejorando mediante el aprendizaje de nuevas técnicas de redacción, encontrando nuevos recursos de explicación y argumentación como ejemplos, citas, definiciones, comparaciones, además ampliando el vocabulario que cada vez es más extenso, para llevar a feliz término el acto de escribir. Tal vez pasará nuestra vida entera enfrentándonos al desafío de escribir de manera comprensible para lograr el fin último de la escritura que es la comunicación con el lector.
Durante el desarrollo de nuestro proceso de aprendizaje de la escritura pasamos por etapas diversas como reconocer los códigos lingüísticos o letras, combinándolos para armar las palabras que representan las cosas de la realidad y las ideas que tenemos de esas cosas en nuestra mente, aprendiendo infinidad de reglas gramaticales, realizando todo tipo de ejercicios en la clase, etc. En ese proceso de aprendizaje de la escritura siempre habrá alguien orientándonos, ayudándonos a mejorar ese acto tan humano.
De otro lado, y respecto de la lectura, el fin último es la comprensión. Buscamos en el texto reconocer las ideas, conceptos y argumentos del escritor para poder entender su discurso. La lectura nos implica desde la decodificación del texto cuando reconocemos las palabras, la intención de las frases, los signos de puntuación, las tildes, el propósito de las partes del texto que leemos, hasta cuando codificamos de nuevo el escrito para darnos cuenta que lo que estamos leyendo es el resultado de un acto consciente del escritor, que es el producto de pensar y razonar las ideas para luego comunicárnoslas a través de su texto. El fin último de la lectura es entender, pero para llegar a ese punto se debe dar el diálogo interno con quien escribe, lo que implica cierta humildad frente a lo que se lee y mucha disposición para escuchar las ideas y argumentos de quien escribió.
En el proceso de aprender a leer fuimos construyendo una técnica que cada vez se consolida gracias a nuestra capacidad de consciencia. No es lógico terminar la etapa del bachillerato leyendo como lo hacíamos en primaria, ni mucho menos aceptable que en la universidad descubramos que no hemos progresado en el acto de leer. Se dice que un gran porcentaje de deserción en la universidad se debe a que el estudiante descubre que no sabe leer (ni escribir) y que es dispendioso aprender a hacerlo convirtiéndose en un problema insuperable. Somos cada día más claros de pensamiento y nos damos cuenta de cómo llevamos a cabo la acción de leer y ese puede ser la clave para madurar en la lectura (y la escritura). Sabemos que al principio siempre hubo alguien orientándonos, acompañándonos en el proceso, dándonos ideas para entender el proceso tan importante de leer, pero es necesario que descubramos nosotros mismos que la lectura es un ejercicio de perfeccionamiento en el que juega la voluntad y la iniciativa propia.